UN HOMBRE DETRÁS DE LA LLUVIA de Luis Quiñones





OPINIÓN DE JOSEPH B MACGREGOR

     Varias son las obsesiones o los aspectos recurrentes que conforman el estilo narrativo de Luis Quiñones.  Sucede así también  con su última novela publicada hasta la fecha, Un hombre detrás de la lluvia (2015), en la que aparecen también una serie de constantes y elementos comunes con sus dos libros anteriores - El Retrato de Sophie Hoffman (2008), Los Papeles de Madrid (2013)  -, y que parecen dar forma, solidez y consistencia al mundo propio del escritor madrileño. Estos son: la memoria, la obsesión por una mujer tan misteriosa o bella y la ambientación en torno a los años 50 a 60, en el que se mezclan personajes reales con ficticios. Suelen ser historias además centradas en un triángulo amoroso, desarrollado en un escenario en el que bullen conflictos políticos. También existe una cierta influencia del cine o la novela noir norteamericana.

    Con respecto al tema de la memoria, en Un hombre detrás de la lluvia es un aspecto fundamental, alrededor del que gira todo el argumento y la trama de la novela. El propio Quiñones adopta el rol de co-protagonista de la historia, como entrevistador y recopilador de los recuerdos de un anciano chileno, Oswaldo Mitto Zuloaga, quién lo elige como depositario y heredero de una histórica trágica que vivió en el pasado; peripecia que le atormenta profundamente y de la que parece querer liberarse con esta confesión improvisada frente al escritor. Se trata, por tanto, de un estimulante ejercicio meta-literario, en el cuál Quiñones-personaje cuestiona a veces la propia congruencia o verosimilitud de lo que se está contando en la novela, debido a que la trama se basa en la narración de un anciano, que bien pudiera estar mintiendo, tergiversando a su antojo la historia o bien rellenando los huecos vacíos, que el paso del tiempo ha abierto en su memoria, con invenciones o anécdotas imprecisas. Tampoco Quiñones-personaje consigue diferenciar a veces entre lo que realmente pasó y lo que a Oswaldo le gustaría que hubiera sucedido, con lo cuál se produce con frecuencia un conflicto entre narrador (Oswaldo) y su interlocutor (Quiñones). De igual modo, como los recuerdos son siempre caprichosos, la trama insiste y redunda en las mismas situaciones o conflictos, a veces de manera excesiva, pero también lógica sí tenemos en cuenta la personalidad y la edad de Oswaldo.

    Enlazando con todo lo anterior, de nuevo será la figura de una mujer muy hermosa, la que centre las obsesiones del anciano chileno. Se trata de Juliette, la amante francesa de Ricardo Reyes, el hombre al que debe matar y cuya historia de amor, observa siempre desde la distancia. La trama está ambientada en París, durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Quiñones, como de costumbre, describe con mano maestra el escenario de un París lluvioso y convulso, en el cuál se mueven los tres integrantes de este tormentoso y trágico triángulo amoroso, dos presuntamente ficticios (Oswaldo y Juliette) y otro real (Ricardo Reyes, seudónimo bajo el que se esconde un célebre escritor del que no conviene desvelar su verdadera identidad). De igual modo, maneja con especial habilidad los resortes necesarios para que, en ningún momento, se pierda la intriga y suspense, imprescindibles en un novela que, una vez más, bebe directamente del género noir de manera eficaz y, por qué no, entrañable.

    Y por último, Quiñones nos ofrece una narración intensamente romántica; la crónica de una pasión más grande que la vida: la que siente Juliette por Ricardo Reyes, pero también la que Oswaldo experimenta por Juliette, un amor vivido de manera silenciosa, secreta y desesperanzada, que lo marcará para siempre. 

JOSEPH B MACGREGOR

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