EL HOMBRE QUE AMÓ A EVE PARADISE de EDMUNDO DÍAZ CONDE




OPINIÓN DE JOSEPH B MACGREGOR

El Hombre que amó a Eve Paradise (XLVII PREMIO DE NOVELA ATENEO DE SEVILLA) es de esas novelas que, progresivamente, va acaparando nuestra atención pero de manera muy sutil, de tal modo que, sin apenas percatarnos, nos encontramos atrapados en una pegajosa tela de araña de la que resulta imposible despegarse. Edmundo Díaz Conde nos ofrece una trama apasionante, que gradualmente va creciendo en intensidad, en lo que a suspense e intriga se refiere. 




Ambientada en los años 20, en Estados Unidos, toma como escenario el Chicago de la Ley Seca, y se ubica en un periodo de transición muy concreto, aquel en el que el cine mudo comenzaba a ser sonoro. La historia, por tanto, parte de un época poco tratada en la literatura española. Sin llegar a ser una novela policíaca, sí posee elementos que la acercan al género negro: los gángsters  y sus particulares métodos tienen su importancia en el argumento; aparecen además una serie de crímenes relacionados entre sí, cometidos presuntamente por un <<serial-killer>>. Sin embargo, la base de la novela es fundamentalmente romántica y dramática: la crónica de un amor imposible que deriva en tragedia.


  

Los personajes no son menos interesantes y no carecen de atractivo. En primer lugar, Eve Paradise, una actriz de cine mudo, de ascendencia española., cuya tartamudez le impide conseguir papeles en el cine sonoro. Sin embargo, lo esencial del personaje es que se trata de una mujer que experimenta un hueco en su pasado, no puede recordar parte de su infancia; planea sobre ella una sombra de misterio que se traduce en una compleja y atormentada personalidad. Su vida, además, parece estar controlada por Evelyn, su madre, lo que provoca no pocos conflictos entre ambas. Otra peculiaridad de la actriz, es su gusto por los amantes jóvenes. Sucede que cada uno de ellos aparecen asesinados y mutilados brutalmente por un asesino, que acostumbra a enviar mensajes a un periodista para que las publique en su periódico.




Otro personaje destacable, en esta historia coral, es Ritchie Sandino, celebre gángster de Chicago, conectado con Al Capone, y hermano secreto de Eve, con la que no tiene relación; al parecer, ambos se han auto-impuesto un distanciamiento por razones que no conviene desvelar. Sin embargo, sin que ella lo sepa, Ritchie la vigila y cuida de los intereses de su hermana, procurando que nada ni nadie la perjudique, aunque para ello tenga que utilizar métodos poco ortodoxos.



Por último, destacamos la pareja formada por Donovan y Amos, un falso hipnotista y su ayudante, que entran en la vida de Eve cuando ésta se enamora del primero, precisamente por sus presuntos poderes hipnóticos. Sobre todo, Amos Zambrano resulta un sujeto extraño, introvertido, que parece conocer muchos secretos sobre Eve y que la vigila entre las sombras, que actúa como una suerte de Cyrano en la relación sentimental que surge entre su compañero Donovan y la actriz.




La narración aumenta en interés y suspense gracias, no sólo por el acierto a la hora de relacionar personajes tan complejos y misteriosos, cuyo pasado tiene gran importancia para la mayor parte de ellos, sino también porque el autor rompe ligeramente la linealidad clásica de la trama. Así, se alternan capítulos centrados en acontecimientos pasados con otros cuyo escenario es un juicio al presunto autor de los crímenes y que tiene lugar en el presente.

Finalmente, un desenlace magistral termina redondear la historia, sin dejar ni un cabo suelto, y provocando en el lector sentimientos encontrados y casi contradictorios, que basculan entre el patetismo y tristeza que nos provocan  algunos personajes, como la indignación o la rabia, porque, como sucede en el mundo real, al final siempre pierden los buenos.

En definitiva,  El hombre que amó a Eve Paradise no es sólo la crónica de un amor imposible, que se remonta a la infancia de algunos personajes, sino también sobre hasta donde puede llegar una persona por una pasión; un sentimiento tan fuerte y generoso que lleva hasta el sacrificio más triste y doloroso de un inocente. 

Y hasta aquí puedo leer...

JOSEPH B MACGREGOR

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