EL MONO ESTRESADO de José Enrique Campillo Álvarez
Enseñarnos qué es el estrés, los mecanismos de respuesta que genera en el cuerpo y cómo éstos se transmiten, constituye uno de los objetivos de El mono estresado.
OPINIÓN DE JOSEPH B MACGREGOR
En EL MONO ESTRESADO, el doctor José Enrique Campillo Álvarez nos ofrece un interesante y ameno manual divulgativo en torno al stress, uno de los problemas más acuciantes y cada vez más frecuentes de la llamada sociedad del bienestar. El texto está orientado básicamente en la clarificación del concepto stress, que no siempre es bien conocido por la mayoría de las personas, aportando además útiles y sencillas estrategias para su prevención. Para la exposición y fundamentación de sus ideas, Campillo Álvarez se basa en las últimas investigaciones en torno a la medicina evolucionista, es decir aquella que trata de explicar las causas de las enfermedades que padecemos a través de las teorías darwinianas. En ese sentido, resulta curioso como nuestra biología y las respuestas y reacciones que defienden nuestro organismo de "amenazas" (el exceso de sal en las comidas, por ejemplo) se ha construido y evolucionado desde el Paleolítico hasta nuestros días.
De igual modo, el stress no en sí malo o perjudicial ya que es el modo como nuestro organismo reacciona ante las adversidades cotidianas y que, efectivamente, existe a partir del momento en que el hombre primitivo tenia que escapar de las garras de un animal carnívoro que lo perseguía para comérselo. El stress sería entonces la señal de alarma ante el peligro y las reacciones posteriores (sudoración excesiva, palpitaciones, ansiedad, etc.) resultan las lógicas y necesarias para poder superarlas. El stress resulta pernicioso para las personas cuando se convierte en algo crónico o que perjudica su salud, provocando enfermedades graves.
Como consecuencia de todo lo anterior, el doctor Campillo distingue tres tipos de stress: el homeostático, el alostático y el pantostático.
El stress homeostático tiene que ver con todas las reacciones estresantes que se producen en nuestro organismo debido básicamente a la mala alimentación y a la vida sedentaria. Así, el exceso de sal, grasas, hidratos de carbono, azúcar o ácido úrico provoca en nuestro mecanismo interno una serie de respuestas estresantes para poder controlar dicho exceso y así nuestro organismo recupere su equilibrio interno. Pero este proceso defensivo, a la vez que no protege y ayuda, puede provocarnos también graves problemas de salud como la hipertensión, la diabetes, la aterosclerosis, la hiperuricemia, la gota o cáncer.
El stress alostático tiene que ver con aquellos mecanismos que se ponen en funcionamiento siempre que los seres humanos debemos someternos a cambios en nuestra vida o a situaciones adversas; es decir, tiene que ver con nuestra capacidad de adaptación ante aquellas experiencias nuevas que ponen en peligro nuestra supervivencia o la reproducción de la nuestra especie (el ayuno o el hambre, el mal de altura, el frío excesivo, etc.). Estas respuestas, que se producen también en el ámbito biológico, resultaban beneficiosas para la supervivencia y la reproducción del hombre del Paleolítico, pero en las sociedades opulentas en cambio pueden resultar perjudiciales y provocar graves enfermedades como la anorexia nerviosa, la bulimia, el sobrepeso, la obesidad o incluso el sedentarismo (o la falta de ejercicio físico) y que pueden traducirse con el tiempo en graves problemas cardiovasculares.
El stress pantostático es lo que vulgarmente conocemos como stress, es decir el que sufrimos ante aquellas situaciones de la vida cotidiana que inconscientemente percibimos como una "amenaza global". Éstas pueden tener carácter ambiental, familiar, social o laboral; la experimentamos por ejemplo cuando sufrimos la muerte de un ser querido, nos enfrentamos a un divorcio o a un ruptura sentimental (pero también ante un boda inminente), padecemos una enfermedad grave o incurable, estamos en paro o nos obligan a un jubilación forzosa. De igual modo, podemos sufrir este tipo de stress cuando debemos desempeñar trabajos de gran responsabilidad (político, operario de una empresa, etc.) o en el que diariamente te juegas la vida (taxista, piloto de coches, especialista, bombero, militar, etc.) o cuando nos hacemos una herida o nos lesionamos, o en el caso de las mujeres al quedarse embarazadas.
Las causas desencadenantes del stress pantostático tienen más que ver con nuestra forma de ser (preocupación constante por todo, actitud pesimista, perfeccionismo, baja autoestima, autocrítica exagerada, expectativas vitales o laborales poco realistas, ira excesiva no expresada o la falta de confianza en uno mismo), pero además puede estar motivada por el sedentarismo y la alimentación inadecuada.También puede producirse sin que el suceso en cuestión haya sucedido todavía sino por anticipación; es decir simplemente al imaginarnos lo que puede suceder ya puede ser motivo suficiente para dicha respuesta estresante se produzca en nosotros (por ejemplo, cuando tenemos una cita y comenzamos a elucubrar sobre lo que la otra persona nos dirá). En ese sentido, existen cuatro modalidades de respuestas ante este tipo de stress, según la personalidad de cada cuál: la lucha, la huida, el desmayo o la parálisis. Cuando el stress pantostático se convierte en crónico puede derivar en graves enfermedades de tipo cardiovascular (hipertensión, diabetes, aterosclerosis o cáncer), provocar una bajada en nuestras defensas inmunológicas, alteraciones metabólicas, nerviosas o cerebrales o incluso infecciones o inflaciones musculares.
Las causas desencadenantes del stress pantostático tienen más que ver con nuestra forma de ser (preocupación constante por todo, actitud pesimista, perfeccionismo, baja autoestima, autocrítica exagerada, expectativas vitales o laborales poco realistas, ira excesiva no expresada o la falta de confianza en uno mismo), pero además puede estar motivada por el sedentarismo y la alimentación inadecuada.También puede producirse sin que el suceso en cuestión haya sucedido todavía sino por anticipación; es decir simplemente al imaginarnos lo que puede suceder ya puede ser motivo suficiente para dicha respuesta estresante se produzca en nosotros (por ejemplo, cuando tenemos una cita y comenzamos a elucubrar sobre lo que la otra persona nos dirá). En ese sentido, existen cuatro modalidades de respuestas ante este tipo de stress, según la personalidad de cada cuál: la lucha, la huida, el desmayo o la parálisis. Cuando el stress pantostático se convierte en crónico puede derivar en graves enfermedades de tipo cardiovascular (hipertensión, diabetes, aterosclerosis o cáncer), provocar una bajada en nuestras defensas inmunológicas, alteraciones metabólicas, nerviosas o cerebrales o incluso infecciones o inflaciones musculares.
En la prevención y superación de los tres tipos de stress, Campillo Álvarez sugiere las mismas recomendaciones: ejercicio diario, no excesivo y acorde con nuestras capacidades físicas y alimentación rica en fibra y vitaminas. También son aconsejables aprender y practicar técnicas de autocontrol mental o de relajación muscular, de respiración o cognitivas (de conducta), la meditación o la bioinformación. En ocasiones, simplemente evitando o huyendo de la situación que nos provoca el stress puede ser suficiente. De igual modo, en caso de que el stress se convierta en crónico o se manifieste perjudicial para nuestra salud, aconseja que nos pongamos en manos de un especialista.
El mono estresado alcanza mayores cotas de interés cuando el autor nos demuestra como todas estas respuestas ante los diversos conflictos que se nos van presentando, tanto las que se originan en el ámbito interno como las que proceden del exterior, se remontan hasta el Paleolítico y están impresas en nuestra biología desde entonces, como modo de supervivencia y de garantizar la reproducción y perpetuación de la especie. Lo curioso del caso es que los mismos mecanismos que permitían al hombre prehistórico sobrevivir y reproducirse, hoy, en las sociedades opulentas, pueden manifestarse de manera negativa o perjudicial para nuestra salud.
En cuanto al texto en cuestión, lo cierto es que Campillo Álvarez consigue exponer sus ideas con claridad y dirigido a lectores no expertos en la materia, por lo que intenta no usar un lenguaje demasiado técnico o elevado; aunque a veces resulta inevitable utilizar términos médicos o especializados. En ese sentido, en líneas general el libro se lee bien, resulta claro, ameno y útil e incluso invita a la reflexión.
JOSEPH B MACGREGOR
En este mundo de locos y presiones varias me parece un libro muy interesante, para ver si podemos controlar ese maldito estres. Además poe lo que comentas es didáctico y fácil de entender!
ResponderEliminarUn abrazo.
Ruben Redondo
Me encanta!!! Voy a ver si me hago con él porque realmente lo necesito. Es como si hablaras de mi en la reseña. Sobre todo con el panteostatico o como se escriba. Me gustaría poder dejar de anticiparme a todo. Viviría más tranquila.
ResponderEliminarMe lo anoto!!
Gracias por acercarme a él.
Besotes
Gracias!! Cuando me quede un poco libre de libros pendientes te avisto y me lo prestas.
ResponderEliminarBesotes mil!!