EL PRÍNCIPE DE LOS PIRATAS de EDMUNDO DÍAZ CONDE
OPINIÓN DE JOSEPH B MACGREGOR
Una
de las razones por la cual he disfrutado tanto con la lectura de “El príncipe de los piratas” de Edmundo Díaz
Conde es por las conexiones que encuentro entre esta fantástica novela de
piratas con dos joyas literarias que me forjaron como lector en mi adolescencia: La Isla Del Tesoro de Robert Louis
Stevenson, por un lado, y con El Corsario
de Hierro, por otro creado por el guionista Víctor Mora y el dibujante
Ambrós; sin duda mi tbo de aventuras preferido de siempre.
Como
sucedía en la obra magna de Stevenson, el autor nos ofrece una de piratas en la
que el maniqueísmo está ausente por completo: no existen piratas buenos y
piratas malos, sino que todos los que participan en la trama tienen sus
razones, sus intereses, incluso los que puedan parecernos más viles o
traicioneros como El Duque; el modo en que se desenvuelve el pirata Henry Morgan me evocó de inmediato la figura
de John Silver, El Largo: es decir, un experimentado capitán pirata, forjado en
mil batallas y aventuras, zorro viejo al que es imposible engañar, obsesionado
en conseguir su objetivo: encontrar un tesoro, pero a la vez entrañable y
profundamente humano.
En
relación a “El Corsario de Hierro”
encuentro conexiones con el personaje de “Lefthand”,
tanto en sus orígenes como pirata / corsario como en algunos rasgos de su
personalidad. Ambos sufrieron una experiencia que les marcó cuando eran niños:
por un lado, “Lefthand” se siente
culpable de la muerte de su padre durante un ataque pirata; por otro, el padre
del futuro Corsario de Hierro es ejecutado vilmente por Lord Benburry y el crío
es pasado por la tabla y arrojado al mar, consiguiendo sobrevivir.
De igual modo,
uno de los puntos esenciales de la trama de “El príncipe e los piratas” tiene
que ver con un tesoro que los piratas implicados deben encontrar en Panamá: el
tesoro de la Dama del Mar. La Vieja Dama del Mar es uno de los personajes
esenciales de “El Corsario de Hierro”; madre adoptiva de éste, vive oculta en
un reino escondido, al que es difícil acceder. Gracias a ella se convierte en
pirata, y en venganza ataca la flota de Lord Benburry. Este personaje de la
Vieja Dama del Mar no aparece como tal en la novela que nos ocupa, pero me
llama la atención la coincidencia de nombres en relación al tesoro.
Díaz
Conde ha conseguido una novela de piratas como las de antes, entretenida, ágil,
en la que pasan muchas cosas, emocionante, emotiva e incluso con espacio para
el romanticismo; de esas historias que te retrotraen a tu infancia o
adolescencia desde prácticamente las primeras páginas, gracias a unos
personajes entrañables, bien construidos, con alma, de carne y hueso,
profundamente humanos con los que empatizamos de inmediato.
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