Las Viudas de Los Jueves y Tuya de Claudia Piñeiro



Hay una escritora que nunca me ha fallado, que jamás me decepciona cuando acudo a ella en busca de una narración con enjundia, bien planteada, mejor estructurada, siempre interesante, de trama apasionante. Hablo de la argentina Claudia Piñeiro que me ofrece siempre historias motivadoras, de esas de las que no puedes parar de leer porque es una maestra en el difícil arte de atrapar tu atención, esgrimiendo una admirable capacidad para mantener el suspense y la intriga desde prácticamente las primeras páginas, protagonizadas por unos personajes, con los que posiblemente nos cueste empatizar o simpatizar, pero de un atractivo irresistible.

Dos nuevos títulos se añaden a mi lista de novelas pendientes de la autora: “Las viudas de los jueves” y “Tuya”, que, como de costumbre, no sólo no defraudan sino que además demuestran que, en efecto, Claudia Piñeiro es una de las mejores y más inteligentes narradoras que existen en la actualidad ofreciendo dos narraciones muy diferentes en formato o género. En “Las viudas de los jueves”, a partir de un suceso trágico e inesperado, acaecido en una urbanización de lujo, se nos plantea el retrato de un microcosmos, encerrado en sí mismo, con sus normas y reglas, integrado por una grupo de matrimonios de la alta burguesía en la Argentina de Alfonsín, Piñeiro nos ofrece entonces un peculiar novela negra, pero sin detectives privados, investigadores ni policías. Será el lector el encargado de desentrañar las causas, circunstancias y motivos que provocaron tan terrible acontecimiento. Y contará para ello con toda la información que las distintas narradoras van ofreciendo sobre las peripecias, conflictos, inquietudes, pequeñas tragedias o problemas del primer mundo que cada uno de los integrantes de este grupo de amigos han debido solventar y que les llevaron a comportarse de una manera concreta o de tomar según qué decisiones.

La autora esgrime una prosa ágil, amena; a veces, divertida; en otras ocasiones; dura, agresiva o trágica; siempre, mordaz y ácida, que nunca decae en interés. Comprendemos a los personajes, aunque no empaticemos o simpaticemos con ellos, pero están perfectamente descritos, poco a poco, y más por lo que hacen o como actúan que por lo que puedan decir o comunicar. En definitiva, se trata de contar una historia bastante dramática y angustiosa, una suerte de thriller social, en lo que pesa sobre todo es la apariencia, que nada ni nadie pueda alterar el equilibrio y la placidez de esa urbanización, que funciona como una pequeña república independiente. Y como consecuencia, la principal preocupación de los personajes es hacer todo lo posible por mantener el alto estatus de vida, cueste lo que cueste.




Esta crítica mordaz e inteligente a una alta clase social en decadencia está también muy presente en “Tuya”, aunque en esta ocasión la narración adopte maneras de una comedia que resuma patetismo y caricatura por los cuatro costados. La historia tiene un punto de partida, en principio bastante pueril o poco original: el descubrimiento de una señora de la alta burguesía argentina llamada Inés de que su marido le engaña con una misteriosa amante que firma sus dedicatorias amorosas con el sobrenombre de Tuya. Sin embargo, la trama pronto adopta las maneras de un thriller alocado, que se va enredando de forma alucinante, básicamente por las sorprendentes decisiones que irá tomando Inés para salvar la reputación de su esposo y, por tanto, para mantener la aparente felicidad de un matrimonio perfecto y su estatus social. Claudia nos presenta un personaje alocado e impulsivo, egoísta y superficial, que parece vivir en un mundo de fantasía que le impide ver la realidad tal cual es y que se cree sus propias mentiras o justificaciones. Hay un subtrama, y de la que no conviene dar demasiados detalles, protagonizada por Lali, la hija adolescente de la pareja, pero que tiene un sentido y porqué dentro de la historia: subrayar el hecho de que Inés vive absolutamente alejada de la realidad, por lo que no es capaz de darse cuenta de cuáles son los verdaderos problemas de su familia.

Conforme las peripecias se van complicando, la narración se torna menos divertida y mucho más angustiosa y agobiante tanto para los personajes como para el lector que no puede dejar de leer porque ignora como puede derivar toda esa serie de catastróficas desdichas; las insensateces de Inés no tienen parangón. La trama, también amena y ágil, ácida, mordaz e inteligente, funciona como un globo que se va inflando cada vez más y más. Sabemos que en algún momento estallará, pero ignoramos cuando ni cómo, pero cuando por fin lo hace no defrauda en absoluto.

Joseph B Macgregor

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