«El Ilustrador Paciente», primera novela de la escritora murciana Lorena Escobar, se plantea como un thriller puro y duro: cuatro asesinatos rituales de chicas, perpetrados por un asesino en serie; una pareja de policías ­(la inspectora jefe Daniela Almela y su ayudante) quienes mantienen una relación sentimental tortuosa; un personaje marginal y discapacitado (Juan) que intenta colaborar en la investigación, anunciando los crímenes con dibujos de retratos de las víctimas, días antes de ser asesinadas; y dos escenarios (una comisaría de policía y un barrio) en el que todos se conocen y se convierten en sospechosos. De manera gradual, la trama se torna cada vez más intrigante y compleja, adentrándose en los terrenos del terror psicológico clásico, sobre todo cuando vamos aproximándonos a un desenlace de atmósfera violenta, angustiosa y oscura, del todo arrebatador y adictivo. Los giros de guión y las sorpresas se van acumulando hasta el punto de jugar con la capacidad de verosimilitud del lector que asiste, asombrado y sobrecogido, a un festival de falsas pistas, presuntos culpables y confesiones alucinantes por parte de los participantes de este Grand-Guignol, pero que aceptamos ciegamente; tal es la capacidad de convicción como narradora de la autora y de atraparnos con su historia que, a veces, adquiere rasgos dickensianos (el personaje de Juan, su relación con Don Andrés, el pasado del Juan, su presente), insólitos en un thriller de este calibre.

Narrativamente, varios son los aspectos destacables de esta novela:

·       La historia se estructura en 16 capítulos y un epílogo, narrados en tercera persona, pero que funciona como primera y que va contando de manera alternativa, adoptando el punto de vista de los tres personajes principales de la trama: la policía, el ilustrador y el hombre tranquilo. Este recurso me parece un acierto ya que conocerlo todo de estos, permite al lector tener más información de lo que esta sucediendo y sacar sus propias conclusiones. Sabemos lo que hacen, pero también lo que piensan; sus traumas personales y sus historias pasadas. Así, el lector es el único que sabe los secretos y mentiras de cada uno de ellos lo que facilita que seamos capaces de entender (que no necesariamente empatizar) con los motivos o razones que mueven sus acciones, a veces, al margen de la ley o moralmente discutibles.

·       Otro aspecto interesante, y que enlaza directamente con el anterior, se refiere a la ética de los personajes. Son seres humanos que dudan, cometen errores, son engañados o traicionados, que actúan, a veces, al margen la ley, tomando como excusa una suerte de justicia poética. Es decir, no hay un solo culpable ni existen buenos ni malos, y, en definitiva, es una historia sin héroes, pero sí con muchas (demasiadas) víctimas. De igual modo, la frontera entre quien es o no el criminal real en la historia (quien perpetra los crímenes o los otros) es muy fina. Esta ambigüedad moral me encanta.

·       Con respecto al estilo de la autora, Lorena Escobar esgrime una prosa cuidada, muy bien redactada en la que sabe mezclar lo lírico con lo oscuro, eludiendo en todo momento lo chabacano o lo gratuito, y evidenciando un pulso narrativo innegable y que nunca decae ni pierde fuelle.

 

Solo nos queda felicitar a Lorena Escobar por esta primera novela, tan redonda, tan conseguida, tan adictiva, y que nos ofrece un personaje de una potencia increíble y que quedará en mi memoria como lector para siempre: Juan, el ilustrador paciente. Esperemos que este libro sea sólo el primero de una serie de espléndidos títulos de una escritora tan prometedora y competente, de imaginación desbordante.

 

© Joseph B Macgregor

 

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