AL ACECHO
Opinión
de Joseph B Macgregor
Tengo
que confesar que la lectura de Al
Acecho (XXXI Premio de Novela Felipe Trigo)
me ha provocado sentimientos encontrados. Por un lado, como thriller,
novela de intriga o policiaca, me ha parecido bastante corriente,
tirando a vulgar. Sin embargo, como novela en sí la he disfrutado
mucho ya que ofrece aspectos muy interesantes y motivadores,
integrados además en una narración de calidad más que notable.
Así,
como novela de misterio parte de un atractivo planteamiento: En los
últimos años de la República Española, en un Madrid crispado y
revuelto, aparecen asesinadas tres niñas de catorce años, alumnas
del mismo colegio y con algunos puntos escabrosos en su vida
personal. La puesta en escena de las niñas muertas llama la atención
a la policía por la pulcritud y al especial cuidado con que los
cadáveres están colocados. Se encarga del caso el inspector del
cuerpo de Investigación
y Vigilancia Julián Fierro, un sujeto atormentado y escéptico,
pendiente de una madre enferma, y que adolece de un profundo
nihilismo, vacío que ahoga con alcohol, aunque encuentra cierto
consuelo en Adela, una madre soltera con la que vive una relación
sentimental.
Tanto
el caso a resolver como el personaje protagonista no carecen de
atractivo; sin embargo, desde mi punto de vista, la investigación no
avanza con la fluidez adecuada. Una vez planteada, ésta queda
aparcada durante muchos capítulos para ser recuperada de nuevo
brevemente, volver a olvidarla otra vez y resolverla por fin en un
desenlace más o menos previsible. Como novela de misterio, resulta
decepcionante e insuficiente.
Pero,
como señalé al comienzo de la reseña, es innegable también que
como novela de ambientación histórica nos encontramos con un texto
de una calidad excepcional e indiscutible. Noemí
Sabugal
demuestra una gran habilidad para describir escenarios, trasmitir
atmosferas, aromas y olores, dibujar la miseria y mostrar un gusto
por el detalle de lo cotidiano realmente admirable. Acierta en la
descripción de un Madrid descontento y de sus habitantes, ciudad en
la que se producen continuos disturbios sociales, asesinatos o
masacres de carácter político, huelgas y atentados o cambios
constantes de gobierno. De igual modo, la autora parece especialmente
interesada en destripar los entresijos de un Madrid en decadencia, en
el que brillan más las sombras que las luces.
En
ese sentido, Sabugal
deja un poco
de lado la investigación de Fierro porque le interesa mucho más
mostrarnos su vida, sus peripecias cotidianas, sus problemas,
obsesiones, angustias e inquietudes. En ese sentido, como retrato de
supervivencia no tiene precio; historia sombría y trágica en la que
todos los personajes intentan sobrevivir día a día en una ciudad
sin esperanzas, oscura y triste. Todos resultan muy
humanos, complejos, de carne y hueso, tanto los principales como los
secundarios. Así, la novela gana en interés y sus peripecias no
resultan inoportunas ni un relleno innecesario sino que nos importan
y nos condolemos con ellas.
De
igual modo, la investigación no avanza porque tanto Fierro como sus
colaboradores están demasiado ocupados en otros asuntos, provocados
por los tiempos convulsos que vive la ciudad. En un Madrid en la que
todos los días mueren tantas personas ¿Qué interés tiene el
descubrir al asesino de las niñas? Son una muerte más.
Sin
embargo, toda la peripecia que lleva al inspector a resolver el caso
y a tomar algunas decisiones, bastante “particulares”,
significará para éste una suerte de redención personal. Porque
quizá lo más importante de esta novela no sea el descubrir la
identidad del asesino de las niñas – algo que resulta, como ya
dije, poco sorprendente - sino el ajuste de cuentas que Fierro hace
con su propio pasado; momento en que la historia adquiere por fin
toda su fuerza, emoción y significado.
JOSEPH B MACGREGOR
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